Ni una mueca de sonrisa

El otro día.

Creo que ayer u anteayer.

Iba en el subte mirando a una chica.

No era la más linda del vagón, pero era la que más llamaba la atención. Tenía algo; era como imponente.

Y a la vez era re común.

Pero en realidad me puse a hacer memoria, ahora, recién, mientras tiraba las líneas anteriores, y recordé que en ese momento me fijé en el resto de la gente. Y nadie más la estaba mirando.

Así que a mí sólo me llamaba la atención.

Al toque me puse a pensar en dos o tres cosas. Ahí mismo. En el subte.

Me colgué, no sé.

Primero me obsesionó un toque el asunto de Gorosito firmando con River. Y eso nació porque vi de costado una nota que estaba leyendo un chabón que traía La Razón y que venía sentado justo al lado mío (yo estaba parado al lado de la puerta, en realidad).

Después fue algo acerca del laburo.

Y después algo sobre el chamuyo con las minas.

Pero lo de Gorosito fue lo más rescatable. Es increíble, la verdad, que Gorosito sea el técnico de River. Se me ocurren al menos 24 nombres mejores que él, así nomás, si los tiró sin pensar, sin repetir y sin soplar.

Hasta Caruso Lombardi se me ocurre.

La chica venía leyendo la Barcelona. Y si algo me llamó mucho más la atención que su pelo rubio, o rojizo -no me acuerdo-, y abultado, ¿abultado?, y su camisa ligerísima, y su corpiño blanco de encaje, que casi ni se veía, y capaz hasta me lo imaginé, y sus piernas cargadísimas de algo parecido a la autoridad, fue el hecho de que no se reía.

No se reía ni un poco.

Lo leía de corrido, con la cara seria.

Y más: tenía los labios apretados.

Nunca hacía un gesto.

Leía la Barcelona y no se reía ni hacía ningún gesto.

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