Los playmobil

En la fila del McDonald’s,
mientras terminamos de elegir, en voz alta,
lo que vamos a pedir
–yo una de pollo con agua y ella una con
queso y Coca Cola-,
no puedo dejar de mirar
el cartel con los muñequitos de la cajita feliz
y de preguntarme adónde habrá ido a parar
mi cajón de los playmobil. Sé que
está en la casa de alguno de los sobrinos
y temo que a esta altura ya debería darlo por perdido,
pero cuando el pibe me pregunta qué quiero
yo estoy con la mirada fija en la chica superpoderosa
verde
y la imagen de mi hermano se me aparece.
Me dice que no vale que mi playmobil vuele.
Que lo mantenga real.

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