Cuatro hamburguesas con queso

A lo largo del día descubrí algo nuevo. Y es que me muero de ganas de volver a leer los libros de la colección Alfaguara. Esa que es de color violeta para chicos de a partir de ocho años; naranja para chicos de a partir de diez y azul para chicos de doce o más.

Empezó cuando vino una clientita que había leído Socorro, de Elsa Bornemann, y que quería leer algo de terror que estuviese bueno.

Como no se me ocurría qué venderle, empecé a intentar convencerla mostrándole los títulos y las contratapas de la colección naranja.

Y lo chistoso fue que a medida que se las iba leyendo en voz alta, fui sintiendo más ganas de abrirlos y empezar a morfármelos de un tirón.

A ella le chupaba un huevo lo que le leía. No le interesó ninguno. Y se terminó llevando uno de la colección Ultratumba, que es del estilo de los de R.L. Stine.

Más tarde, a las tipo nueve, cuando terminé todo el laburo relacionado con las transferencias de stock, y aprovechando que tenía que vigilar a un cliente que se colgó en la parte de arriba hojeando un libro de arquitectura, me puse a leer un capítulo de Caro dice:, el libro de María Inés Falconi.

Yo ya había leído fragmentos de De cómo Romeo se tranzó a Julieta, otro libro suyo, y me había gustado.

Pero Caro dice: me partió el bocho. Es de la colección azul. Y creo que me condicionó la forma de leer chats ajenos; recién leí un post del estilo en El rayo que no cesa y sentí que eran los personajes de la novela los que estaban hablando.

La escena que leí en el laburo era tan viva y natural que ahora me lo voy a tener que comprar para terminarlo.

Era sobre un pibe paralítico que chatea y se histeriquea con una chica. Y la chica tiene una amiga que le dice que no da ni un poco histeriquearse con un paralítico.

Y la pendeja se hace la que no pasa nada, y forrea la situación, pero se nota que en el fondo le encanta.

Al final el pibe, que es un groso en el arte del chamuyo, la invita a un partido de básket en silla de ruedas y la pendeja acepta, aunque su amiga le ruega que por favor no lo haga.

Y ahí corté.

Y me fui con lo pibe de la banda a verlo a Mairal –por si no lo conocen, tengo dos blogs suyos linkeados en la parte de blogs grosos, ahí al costado-, que leía poesías en un ciclo en Palermo.

Y estuvo muy bien el loco, con sus sonetos porno y con algunas otras cosas de cuando era más joven.

Y también me gustó la chica que leyó antes; un poema graciosísimo. Y me gustó mucho Rosal, que era lo otro que nos interesaba ver.

Después fuimos a tomar cerveza a un lugar más barato. Y yo me comí la cuarta hamburguesa con queso del día. Lo cual me va a costar algún que otro grano en la cara a lo largo de la semana. Pero no me importó. Comí igual porque no quería emborracharme.

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