Con mi vieja queremos ir a ver la nueva de Taratuto. No sé porqué nos gusta Taratuto. Pero nos gusta. Ya vimos Quien dice que es fácil y No sos vos soy yo. Las vimos casi al mismo tiempo; hace como un año.
Y ahora nos prometimos ir a ver la nueva.
Lo decidimos hace un rato durante la cena. Estábamos viendo Bailando por un sueño y discutíamos sobre la esencia del programa, como lo hacemos siempre.
Todos los días discutimos sobre lo mismo. Yo teorizo, entusiasmádisimo y sorprendido, a lo filósofo de café, sobre la ficción y el Dios Verosimilitud. Y ella dice: dejame de joder, no me hagas analizarlo tanto; yo lo miro y me cago de la risa y punto.
Ella piensa que la Jelinek hace un personaje de boluda, eso sí. Y yo estoy convencido de que la mina es boluda de verdad. Casi tan boluda como bella.
Y viendo recientemente a su hermano en la tribuna, un tipo que se ve que es fana de Moria Casán, llegué a la conclusión de que la mina no es idiota por falta de cerebro. Cerebro debe tener, pero se tuvo que haber criado en un ambiente de imbecilidad, un nivel bien bajo.
Y entonces nunca tuvo la motivación de pensar.
Después vino la pausa y pusimos la mesa. Había hecho un pollo tremendo, la vieja; tenía un gusto distinto. Y me olvidé de preguntarle cuál era la diferencia esta vez. Nunca me entero mucho de cómo funcionan las cosas que suceden dentro de la cocina.
Pero era -eso seguro- un pollo, con una ensalada de arroz, zanahoria, distintos tipos de ajíes y brotes de soja.
Nunca había comido verdura en mi vida. Y estuvo muy bueno.
Tomé mucho agua y ahora no paro de ir al baño.
Y entonces apareció la publicidad de la nueva de Taratuto.
Creo que ya es nuestro director fetiche. Vamos a ir a verla, seguro.
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