¡Las palmas de todos los negros arriba!

Recuerdo que hace unos años había abandonado el optimismo, de manera definitiva, después de leer libros como Cándido, de Voltaire; El tío Vania-Las tres hermanas-La gaviota, de Chéjov; La metamorfosis, de Kafka y Pulp, de Bukowski.

Me parecía que esos libros decían la verdad.

Y me sigue pareciendo.

Cándido, después de tanta –hilarante- desgracia, tiene razón al descubrir su error por haber creído ciegamente en el optimismo.

El personaje de Chéjov que dice que la felicidad no es algo que exista o que se pueda tener, sino sólo algo que se desea, también tiene razón.

Tiene razón: sus amigas e interlocutoras no iban a ser felices si lograban irse a vivir a la tan ansiada Moscú. Ahí también iban a encontrar sarna de dónde rascarse.

A mí me pasó con Buenos Aires.

Y ni hablar de la cucaracha humana de Kafka. Yo también me siento medio cucaracha, a veces, por tener que cumplir un horario fijo.

Y el resto de las ocasiones me salva la vida.

Y Belane, el protagonista de Pulp.

Dios mío.

Es la mejor novela que leí en mi vida. La leí como cinco o seis veces en realidad.

Estuve buscando recién, pero citar sería injusto. No sirve de nada. Hay que leerla entera (creo que ya no se consigue en papel, pero se puede bajar de Genio Maligno).

Todos –los personajes de Voltaire, Chéjov, Kafka y Bukowski- tienen razón. La vida es una mierda. Ni más ni menos.

Y como es una mierda lo único que queda es pelotudear y reirse. Y ahí es donde el dueño de la razón pasa a ser el optimista.

En ese sentido, y en todos los demás que se me puedan ocurrir, banco a muerte a la cumbia villera, digan lo que digan los sabios.

Su filosofía es la mía, aunque yo viva en Belgrano, en un edificio con seguridad, y ellos en La Lechería, en un rancho sin agua caliente: la vida es una mierda, así que, negra, pelá la pollerita roja y pongámonos a bailar unas cumbias UR GEN TE.

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