Horas enteras, semanas, años

Si hablamos de con la ropa puesta, correr es una de las dos o tres mejores actividades que se puede llevar a cabo en la vida.

Bailar es otra y tocar la batería es otra. Y leer es otra.

La gracia de correr está en la paciencia. Saber esperar esos treinta minutos hasta que el cuerpo empieza a generar endorfinas y el mundo se vuelve felicidad y optimismo (y omnipotencia).

En definitiva, correr en realidad es mucho más un ejercicio de paciencia que una actividad física.

Y la clave está en no pensar que hay que esperar esa media hora y nada más. La clave está en pensar que va a haber que esperar durante horas enteras, semanas y años, si hace falta.

Tirarse a largo plazo. A plazo eterno.

Cuando das los primeros pasos, tenés que pensar: ok, me voy a pasar la vida entera corriendo para llegar a la endorfina; esta es mi realidad y lo va a seguir siendo lo acepte o no, así que mejor lo acepto.

Y el resultado es divino. Yo una vez me cagué la rodilla de tanto correr. Corría y corría y corría. El aire me daba y ni pensé en cuán preparada estaría mi musculatura como para exigirle diez kilómetros diarios.

Después andaba por la calle arrastrando la pierna. Y ahora no sé si me funcionará bien. Debería testearla.

Pero el asunto de la paciencia; eso no se me fue. Eso lo aprendí ahí y no se me salió más.

Por estos días pienso mucho en eso.

Con calma, Cuparito. Con calma. Va a haber que tomarse las cosas con calma.

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