Escucho música y pienso en lo aburrido que sería el blog si me dedicara a narrar historias de mi vida cotidiana. Hace seis años, desde que llegué a Buenos Aires, escucho las mismas canciones, hago las mismas cosas y tengo el mismo tipo de pensamiento.
Paso unas diez horas en la oficina (juro que lo disfruto). Camino hasta mi casa y me quedo ahí mirando tele. A veces salgo, pero nada genial pasa ahí. Lo mejor está adentro.
Creo que lo más importante de la vida es buscarle y robarle diversión. Por eso no voy a decir que me regocijo en mi aburrimiento, pero sí que me divierto con cosas tranquilas o tradicionalmente aburridas. Mi concepto de pasarla bien tiene mucho que ver con mirar tele y comentar estupideces. Las noches más entrañables, graciosas e inolvidables de mi vida tuvieron a una mesa con pizzas y gaseosas como escenografía; y a gente con fracasos para narrar como protagonistas.
Y busco eso. Todos los días. Digamos que la paso bastante bien. Ando mucho solo. Observo cosas. Pero de ahí a ponerme a contar eso, todos los días... sería un fiasco. Creo que es preferible postear alguna huevada cada quince días.
Otra gente, sí, se puede dedicar al diario íntimo. Y eso hacen
mis blogs preferidos. Como el de Charlotte o El diario de un neurótico.
Ahora con lo del laburo estuvieron pasando algunas cosas que podrían ser calificadas como novedosas y distintas a lo que suele marcar el ritmo cotidiano de un tipo aburrido que sólo sabe redactar.
Estoy de encargado de prensa de la discográfica. Y de productor general del programa de radio. Lo primero implica mandarse mails en inglés con el manager de una banda funky muy, pero muy, grossa, que suena del carajo, de República Checa, que viene pisando fuerte en Europa, pero que acá en Argentina no la conoce nadie y si la buscás en Google salen cero resultados. El sello va a editar su último disco y mi laburo es que los medios hagan notas sobre ellos, pasen canciones en las radios y videos en Much Music.
No sé hacerlo. Pero estoy aprendiendo. Ahora (en estos días) estoy armando un single con tres canciones de esos cds y en la semana se lo voy a mandar a los periodistas de los diarios, revistas, radios y canales que pueden llegar a darle bola. Eso implica elegir tres canciones, hacer el disco, buscar los nombres de los periodistas hipotéticos y llamarlos por teléfono para contarles la nueva.
Además en el sello, hasta hace una semana, se manejaba la prensa de Zeta. O sea que estuve de encargado (es una forma de decir, obviamente; yo no hice nada) el día que Télam filtró la noticia de que volvía Soda (ah, yo lo sabía, con fechas exactas, desde hace meses y no lo conté, tal como el resto de los periodistas carentes de ética a los que justamente repudió Zanoni). Ese mismo día estuve en la oficina del director de la Mega. Y vi que en la biblioteca tenía un número del libro que redacté el año pasado.
Y lo segundo, lo del programa, implica, en primer lugar, pisar la radio de la que me habían querido rajar alguna vez. Y en segundo hablar con los muñecos que salen entrevistados al aire. Es una boludez pero, para un tipo cuya actividad favorita es mirar Warner Channel, de golpe hablar por teléfono con Mollo resulta un acontecimiento para contar durante el resto del día.
Pero esos pseudo acontecimientos no son divertidos para ponerlos en un texto. No resulta interesante. "Ah, hoy estaba en la oficina y lo llamé al Mono de Kapanga". Pip. No hay nada más para decir. Yo no los entrevisto. Sólo arreglo para que otro lo haga.
¡Yo chamuyo a la chica y el que se la aprieta es otro!
En fin. Hoy aproveché el frío para larvear más que nunca. Me leí una Rolling Stone vieja con una nota de Hunter Thompson sobre Cassius Clay. Boludeé. Vi tele. Escribí muchos, pero muchos, muchos, mensajes de texto. Y recibí otros tantos. Uno de ellos decía "¿estás loco? Nada es igual sin golosinas, andá ya a comprarte". Y me vestí y me fui a comprar. Y después miré películas con chocolates y palitos de la selva.
Ahora estaba escuchando música. Lo que me sorprendió es caer en la cuenta de que no evolucioné en este aspecto. Conocí a muchas bandas nuevas, más que nada por laburo, sí. Pero ninguna logró entrarme. Las que me mueven el piso son las mismas de siempre. Las mismas que escucho desde que llegué a Buenos Aires. Es como que no logro liberarme del hecho de que ellas me recibieron y me salvaron la vida poniéndole un poco de onda a los primeros (tortuosos) meses.
Ahora le voy a volver a hacer doble click al último de Pez. Al final, con el tiempo y varias escuchadas, le agarré la mano.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario