El 15 de abril salió en Radar una nota firmada por Eduardo Berti, especialista en relatos recontra breves, acerca de los cuentos más cortos del mundo y de un desafío lanzado por la revista Wired.
Decía la nota que la mayoría de la gente suele creer que el cuento más corto del mundo es aquel tan imbécil, tan halagado y tan conocido, de Augusto Monterroso, que dice: "Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí", en siete palabras. A ese cuento Juan Terranova lo reescribió en "Cuando ella se despertó, todavía la tenía en la boca".
Le encontró la vuelta, digamos.
Pero resulta que la gente de la revista Wired, cuenta la nota, les pidió a treinta escritores norteamericanos que escribieran un relato de seis palabras. El antecedente en esa cantidad de vocablos (valga el reconocimiento porque vengo sin caer en redundancia) era de Hemingway.
En realidad yo creo que esto de los cuentos más breves del mundo es una verdadera tontería. Pero este está bueno. Dice, en inglés: "For sale: baby shoes, never worn". O sea: "Vendo zapatos de bebé; sin usar".
La idea de estos cuentos, creo yo, es que la historia está en la cabeza del lector. En mi cabeza esta gente tuvo que abortar y ahora pone los zapatitos a la venta.
Pero no sé. Capaz simplemente se dedican a la compra-venta de zapatos de bebé recién salidos de fábrica.
Vaya uno a saber.
Los escritores yanquis tiraron cuentos de seis palabras, como el de Steven Meretzky, quienquiera que sea: "Muy confundido, leyó su propio obituario", que no está mal. Y que tiene una conexión con una historia real que alguna vez se mostró en la tele; de una mina a la que la amenazaron de muerte de esa manera. Y después otros pésimos como "Era muy caro seguir siendo humano", de un tal Bruce Sterling. O el de un tipo llamado Ben Nova,que dice "Salvó al mundo volviendo a morir". Y otro más, que zafa, creado por Margaret Atwood: "Hallan cadáver incompleto. Médico compra yate".
Pero más que cuentos son como chistecitos, creo. A mí no me gustan.
Alguien dijo la otra vez que el título de la película "Querida, encogí a los niños", de cinco palabras, era un buen microrelato. Y hace como una semana, un amigo de la casa rescató que mi frase "El perro me comio una tarea" (la puse por poner; no por armar un cuento), de seis palabras, podía llegar a ser aun mejor que el de Monterroso.
Y yo mismo me puse a jugar con lo de los chistecitos estos. Iba caminando por Honduras. Hace exactamente siete días; después del laburo. Eran como las ocho y media de la noche. Y mientras caminaba boludeando con las manos en los bolsillos, con un frío terrible que se metía por entre medio de los poros de mis dos sweaters, y con un aburrimiento atroz, fui pensando en qué se podía armar con seis palabras.
A ver:
Masticó. Pensó: "mmmm, la prefería viva".
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