Fijate que uno, en un par de semanas, siendo un cuatro de copas que se dedica a redactar cositas, puede convertirse en la corporación.
Ayer a la discográfica vino un tipo con una guitarra, para que lo escucháramos tocar. No tenía un demo grabado, ni un disco, ni nada.
Hernán R. se llama. No pongo el nombre entero porque temo que se enoje si se googlea. Y porque en el fondo creo que en diez años el tipo va a ser una estrella.
Es casi obvio.
Hernán R. buscó la dirección de la discográfica, agarró la guitarra, se vino en bondi o en tren (no lo imagino en auto; supongo que por una cuestión de identificación personal) y tocó el timbre y pidió que alguien bajara a escucharlo tocar en la vereda.
No le importaba nada. Estaba convencido de que lo iba a atender alguien relevante y que lo iba a convencer de que le editara un disco. Le dijimos que no una vez, a través del guardia de seguridad, dos veces, creo que tres veces, y él insistió hasta que le pasaron el tubo del portero eléctrico y contó lo que venía a hacer.
Con esa actitud no puede ser menos que el próximo Charly García. No sé si estará loco o será un genio, pero es claro que en diez años yo voy a estar frente al televisor viendo a Osito de Gran Hermano entrevistándolo en su programa del prime time y voy a decir: a este tipo le dije que no, que sin un demo no había nada que hacer, y casi ni me despedí de él porque intentaba aguantarme la risa.
El tipo vale más que mil buenos. Y ahora quiero escucharlo tocar la guitarra.
¡Volvé, Hernán R., me equivoqué!
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