Agrandado como tortuga en patineta

Toda la semana santa leyendo y traduciendo notas y biografías de bandas europeas y norteamericanas. Terminé, en un par de días, escribiendo como para un libro; montones de páginas de Word.

Estoy armando, para el programa, una base de datos de todas las bandas que salen al aire. Al final los conductores terminan tirando una o dos líneas de info, a lo sumo. Pero, si quisieran, o si los obligara un bache, podrían colgarse a discutir durante diez minutos sobre cómo los Klaxons están a la vanguardia de lo que la NME llama “la New Rave”.

O sobre cómo el FIFA 06 ayudó a que varias bandas peguen un poco de popularidad a nivel mundial. O incluso sobre cómo el líder de Bloc Party habla en una de sus últmas canciones, y el tema sale en el programa, del tabú que representa que un heterosexual de golpe sienta atracción física por otro heterosexual.

Ese es mi laburo. Soy algo así como el Víctor Zapata de la producción radial (¡ay, él!, ya me dijo alguno cuando le tiré esta frase). Hago el trabajo sucio. Silencioso. Me tiro al piso; me embarro los cortos.

Soy lo que Washington Cucurto era, como repositor, para el Coto. Incluso podría haber empezado este post con un “hola mis chiris queriditos”. Pero no.

¡Un ghost writter!, si se quiere.

En algún momento llegué a hartarme de haber pasado tantas horas buscando, leyendo en inglés y trasladando y escribiendo (incluso le pongo garra a la redacción; un imbécil). Pero una vez que entré a la R&P...

Tenía una sonrisa de imbécil ni bien me metí a la sala de producción. Jijijiji, estoy acá y nadie me quiere echar, jijijijji.

Al aire salieron Nagy y Daffunchio. A Daffunchio le caí decididamente mal. Se le dio por no contestar el teléfono y tuve que insistir, como el Huevo Toresani tenía que correr rivales de atrás cuando el equipo perdía la pelota.

Las dos veces que hablé con él, con Daffunchio, la voz de desprecio fue notable. Pero salió al aire y eso es lo importante. Bastante lo hemos chiflado al Chapa en su momento, pero si él no corría como un soquete, el último River de Ramón no habría podido jugar con línea de tres.

Incluso fui el encargado de llevar la cerveza y las gaseosas. ¡Y con qué maestría le ofrecí al quiosquero dos monedas de diez centavos para no joderle el cambio!

Después me fui a mi casa y durante unas horas dormí como no había dormido en dos o tres días.

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