Lo que más me gusta de mi sobrina y ahijada, creo, es que cada vez que repara en mi presencia se empieza a golpear la panza.
Así me da la orden. Y ahí arranco yo con mi tornado percusivo.
Siempre termino con el torso colorado, aunque tenga una remera puesta; más que dar golpecitos me cago a cachetazos.
Murga, samba, rock. Lo que venga le improviso. Ella mira mi asombrosa velocidad de manos con ojos azorados.
No es un juego. Son recitales. Soy el tío panza. Y trato de defender ese título en cada free jam.
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