Hace unas semanas fui invitado al Soul. Y durante unas horas me codeé con lo más selecto del jet set. Es decir, Gaby Álvarez, Silvina Luna, las Hermanas Petardo (nunca sabré porqué le dicen así), Jaqueline Dutrá, Jorge Martínez y el Zorro Von Quintiero.
Un grosso, yo.
Parece que Gaby Álvarez labura de llevar gente famosa a los eventos. Alguien en otra sobremesa, en la que apareció ¡Francescoli! (apareció en el restaurante, no en la sobremesa), contó que una vez le había pagado para que lleve caritas conocidas a un desfile de una marca de ropa.
Y parece que el tipito cobró por adelantado y después las modelos se enfermaron.
En fin. Seguro que después devolvió el dinero. Ha de ser un muchacho honesto.
Ni bien entré me di cuenta de que no estaba en mi ecosistema. Mundo fashion. Yo llevaba un jean gastado (a pocas cuadras de llegar recordé porqué razón hacía tiempo que no lo usaba: el cierre se baja solo), unas zapatillas apenas agujereadas y remerita.
Ahí en el Soul había más gatos que clientes. Se lo hice saber a mis compañeros de mesa, que en ningún momento dejaron de mostrar preocupación por mi cara de embole. No falla ni una sola vez; tiene una efectividad del 100 por ciento: cada vez que voy a un lugar con onda, con la música a volumen más alto que el de los pensamientos (hay que lograr comer cierta tranquilidad con los decibeles al palo) y con luces de colores, alguien me tiene que decir, “che pará de hablar que me estás aturdiendo”.
Definitivamente el glamour no es lo mío, señores. Ya extrañaba a mi Voltaire. Maldito niño pseudo intelectual.
El morfi lo ponía Massey, el cheff de la tele, el que salió en la publicidad de Mc Donalds, cuando quisieron cambiar su imagen de íconos de la comida chatarra.
Comí cosas que no sabía que existían. A saber:
-Tapeo: Tortilla de langostinos
-Principal: Lomo al aceto balsámico (¿eso no es tóxico?) con cebollas rellenas (recomendadas).
-Postre: Capuchino bruleé
En determinado momento aclaré a mis compañeros de mesa que yo era más de la milanga con fritas (y de la mano) o del sámbuche de lomito. Y me pusieron cara de qué hambre que tenés.
Después el Zorro se subió a tocar un teclado, con una cara de orgasmo que te hacía morir. Y ahí apareció Jorge Martínez, con el gesto un poco como endurecido.
Yo me fui al toque, justo después de que las famosas se pararan y se pusieran a gritar “uuhhhhh”, así bien agudo, aclarando que la noche tenía toda la onda. Y justo después de que surgieran unos fotógrafos y Gaby Álvarez le pidiera a todo el mundo que levantara las manos y ponga cara de locura.
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