Sin cable III (Acerca del diputadito Marcos Peña)

En estos días, lo que no hice, por ejemplo, por culpa de la falta de cable, fue ver la final de Estudiantes-Boca. ¿Cuánta mala suerte puede tener una persona? Me deprimo de sólo pensarlo.

Y un hombre deprimido es como Tarzán en medibacha, diría Iorio.

Esa fue otra actividad: leer revistas viejas. Notas a Iorio (el título era: “Un rockero con una remera del Che es como Tarzán en medibacha”), a Tarantino, a Los Rolling Stones, a Palahniuk y a no sé cuánta gente más.

Había una al diputadito Marcos Peña, que es el más joven de la legislatura porteña (lo pongo en minúsculas).

Yo a Peña lo entrevisté una vez, cuando él tenía 28 años. De hecho, recuerdo, fui a la cita con ciertas esperanzas de éxito.

Por lo general, entrevistar a un diputado es lo más aburrido que hay. Las respuestas son muy calculadas; jamás te van a sorprender y nunca van a decir algo original ni van a hacer una buena defensa del que sea su punto de vista.

Pero un pibe de 28 años tenía que ser distinto. Estaba contento de poder entrevistarlo y descubrir a un político que manejara otro vocabulario.

Pero al final, obvio, resultó ser lo mismo que cualquier carcamán. O peor, porque una persona de entre 20 y 30 años que no tiene la capacidad de ser un poco irreverente no merece ni la más mínima consideración.

¿Ni un poco querés cambiar el mundo, la puta madre? Sos joven; la naturaleza espera encontrar algo de rebeldía en vos. A este paso, cuando tengas cincuenta vas a ser una desecho.

Ojalá no se autogooglee Peña. Y si se autogooglea, que lo sepa: soy insolvente.

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