Que la misma editorial (Planeta) a la que la justicia
le probó irregularidades en la entrega de un premio literario (el ganador, Piglia, ya tenía firmado un contrato con ellos para publicar esa novela) en el ‘97 ahora haga
ganador a un tipo (Andahazi) que hace un año
publicó en ese sello su última novela, y que
comparte representante con los miembros del jurado, ya no es sugestivo sino burdo.
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