El sábado a las 12 de la noche, después del programa de radio, fui a la única librería abierta que conozco a esa hora, la de los cines Village, Cúspide, a comprar la versión De Bolsillo de “Asfixia”, la novela de Chuk Palahniuk, que cuesta 18 pesos.
De Palahniuk había leído el cuento “Tripas” (leer con precaución), que creo que es uno de los mejores que he visto.
El ritmo es imparable. Se nota que está todo muy calculado y el resultado es un estilo infalible.
La narración va increscendo, con párrafos que son como combinaciones de trompazos; muy efectivos. En resumen, te tiene de acá para allá (te capta de entrada con golpes de efecto puestos en el lugar indicado; como minas).
Te levanta, te baja, te levanta.
En algún momento, los párrafos llegan a parecer versos de poesías. O bajadas de un discurso radial.
Y te va llevando así, hasta que en determinado momento te mete la última combinación de derecha izquierda derecha (todos golpes de efecto) y te deja con los dientes apretados, los ojos achinados y un poco de asco en las papilas gustativas.
El cuento funciona, básicamente y simplificando todo a casi cero, como ensayo sobre la represión y la vergüenza (de las autoridades, de las familias, de la sociedad). Y sobre cómo esa represión y fuerza de las buenas costumbres llevan a maniobras desesperadas y locas; manotazos solitarios de ahogado.
En el relato es sobre distintos chicos se masturban de modos increíbles. Ponen en juego su salud y hasta llegan a quedar con secuelas de por vida. Y sus familias los descubren y se percibe que el tormento es tremendo pero deciden nunca hablar de eso; como si el problema no existiese.
Pero al final ni te das cuenta de la cuestión de fondo, lo cual es bueno. Lo que realmente te termina quedando de “Tripas” es la crudeza de las historias, lo asqueroso, y la potencia de las formas del narrador.
Aparecen varias historias, hiladas como si fuese un artículo periodístico (Palahniuk es periodista y suele aclarar que está interesado en ese discurso). Y al final esa sucesión termina siendo el quid de la potencia.
Es decir, primero te pasa un camión por encima, después un tren, despues una carreta. Y hay que ver cómo te queda el ojo.
“Asfixia”, hasta acá (ya casi la termino), también está buena, pero sin dudas que en otro nivel: no puedo encontrar el mismo estilo. Ese tono de voz tan certero. Creo que el problema está en la traducción.
Yo acepté que Anagrama me impusiera un Bukowski gallego. De hecho, para mi Buk nació, vivió y murió en Barcelona o Madrid. Y sus latigillos preferidos fueron gilipollas, coño y a dar por culo.
Pero todo tiene un límite y en Palahniuk ya no me lo trago. No pueden hablar los dos igual (encima los dos son igual de reos).
Basta de yanquis malditos que hablan como gallegos. Y que alguien de acá traduzca a este tipo con urgencia. La traducción de “Tripas” citada, si no me equivoco, estuvo a cargo de Fresán. Pero, como sea, en caso de que me equivoque, no está nada mal.
La historia de “Asfixia” es bastante sórdida, porque Palahniuk es sórdido.
El protagonista es un sexaholic (así se llamaba un tema de una, sin exagerar, excelente banda rosarina funky, que se llamaba La Montecarlo. Lo tengo en el rígido. Pídanlo vía mail) que dice estar en recuperación pero la realidad es que asiste a un grupo de terapia de adictos al sexo sólo para levantar minas (y aclara que no se puede esperar otra cosa de un grupo como ese; como si los Alcohólicos Anónimos brindaran con vino al final de sus reuniones) y conocer nuevas formas de practicarlo.
Además tiene un laburo de esclavo, una madre demente y otrora anarquista y una máxima que le da la pauta de cómo actuar en la vida: "¿Qué no haría Jesucristo?".
Y no sé. Es divertida y, sobre todo, tiene potencia. Vale la pena. Hay que fijarse en el personaje de su amigo Denny, que está igual de para atrás y colecciona piedras más para mantenerse ocupado y no caer en el vicio que para hacer una obra arquitectónica.
Además Palahniuk cada tanto sale con razonamientos insólitos. Teorías sumamente enfermas, pero que no dejan de ser graciosas y, a veces más a veces menos, ajustadas a la realidad. Y que, sea como sea, te hacen reir.
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