Yo vengo en el subte línea D. Desde Facultad de Medicina hacia José Hernández. Los vagones están bastante llenos. Aunque no tanto como cuando tenés que bajarte en cada estación para dejar que la gente salga. En cuanto me subo, cambio la billetera de bolsillo (del trasero al delantero). Me arrincono contra una puerta y me pongo a mirar para abajo, a la bolsa que traigo, para que a nadie se le ocurra meter la mano.
En eso estoy cuando escucho que me llaman. "Mariano. Eh, Mariano". Miro. Me sobresalto; estaba en otra. Busco. No reconozco a nadie. Bajo la mirada.
"Che, Cúparo".
Confirmado. Me llaman a mí. Levanto la mirada e identifico al emisor. Y ahí mismo, cuando me propongo dirigirme al desconocido (morocho; unos 16 años), otro pibe se da vuelta y le responde. Se acercan. Hablan. No escucho de qué. Pero hablan.
Tiene que ser una broma, pienso. Dijo Mariano Cúparo y otro le respondió. Fija: hay una cámara en alguna parte. O algún amigo anda cerca y se está riendo y en cualquier momento sale a decirme que es un chiste.
Pero no, nada. Hablan y punto. Se separan. Se vuelven a hablar. Están con un grupo. Son varios. Dos o tres familias incompletas (hijos y madres), compañeros y amigos. Una mujer parece ser la madre de él. Llega Plaza Italia. Se bajan.
El otro Mariano Cúparo (Dios, tuve que haber escuchado mal) era mucho más bello que yo. Pelo castaño, espalda ancha, pinta de deportista. Trago blanco en Pachá; esa onda.
Por un momento, antes de que bajen, pienso en aclarar el asunto. Encararlos. Dudo. Ni siquiera llevo los documentos encima. Sólo un pseudo carnet de prensa ya vencido. No quiero pasar por loco. Dudo mucho. Llegó la estación y la situación se fue. Ahora ya es tarde.
Se supone que no somos muchos cúparos en el país. Ni tampoco en el resto de América; en Italia son cientos.
Cuando llegué a mi casa puse mi nombre en internet. No salió nada raro. Sólo tres resultados: el blog, el staff de una revista para la que escribí y el link que puso Ignacio Molina en su Unidad Funcional.
Borro el "mariano"; pongo sólo el apellido y... mierda. Somos más de los que pensaba. Hay un actor joven, un empresario, un rugbier y una jugadora de Hockey.
Pero que haya otro Mariano sería demasiado (¿habré escuchado mal?). Uno de los dos tendrá que desaparecer.
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