Nelson Castro

Ayer por la mañana entrevisté a Nelson Castro en el barcito que hay en la planta baja de Ideas del Sur. Cómo corno fue que el chabón que le hacía chistes al Teto Medina y a Lanchita Bissio, con el Robicombi parado sobre el escritorio, llegó a pegar un edificio como ese, es un misterio que sólo podrá ser explicado con algún ensayo sobre la magia de la televisión.

La primera conclusión fue que entrar a ese edificio es mucho más difícil que meterse en la Legislatura Porteña. La Legislatura finge tener algún tipo de seguridad, pero la verdad que no hace falta tener las mañas de un notero de CQC, ni de un rollinga, para poder colarse. De hecho es muy sencillo: tenés que decir que vas a la salita de prensa, abrír la mochila, dejar que miren superficialmente, sin tocar, lo que se intuye que hay adentro y pasás. Una vez que estás en la salita de prensa decís tu gracia y te inventás el nombre de algún medio para el que trabajás y pum. Adentro y acreditado para pasar al recinto y a los distintos despachos. Darle la mano a De Estrada, saludar al Chango Farías y charlar un rato con La Porta.
Pruébenlo.

En Ideas del Sur, en cambio, tenés que presentarte, jurar que te esperan adentro, decir el nombre de quién te espera, el número de interno, aceptar la cara de desconfianza y los comentarios entre el encargado y el guardia, mirar cómo marcan los números del interno a desgano, escuchar cómo le preguntan al que te espera, oír como exigen un nombre que se haga responsable de tu entrada, mostrar lo que hay en tu mochila, esperar a que detallen por escrito las partes, y sus respectivos números de serie, de la cámara del fotógrafo, firmar ese papel y, finalmente, sí, pasar.

Una vez ahí, después de esperarlo y comprobar que Mónica y César, que estaban en una mesita de un poco más allá, se quieren en serio (a Mónica le preguntaron si se haría un piercing como la chica de una revista que no alcancé a ver y se levantó riéndose; sus labios apretados decían: tomátelaaaaaaaaa), me encontré con Castro.

En algún momento me causó gracia estar entrevistando al tipo al que hace unos cuatro años le mandé un correo electrónico, jamás contestado, pidiéndole asesoramiento sobre qué estudiar para ser periodista (también lo hice con Andy Kusnetzoff, entre otros). Ahora que lo pienso, no es tan gracioso. Pero en el momento me pareció una rareza digna de un ja.

En fin. Castro es, según una encuesta de Fopea uno de los tres periodistas más creíbles del país. Y al mismo tiempo se reconoce como un tipo muy correcto. Me generaba (me genera, porque nada sucedió que pudiera saciar mi sed de entenderlo) mucha curiosidad semejante oxímoron.

Su respuesta al respecto no viene al caso. Y tampoco el resto fue relevante para este blog, creo. Sabrá disculpar el lector imaginario (más adelante, posteo la nota que salga publicada).

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