Ayer, cuando terminó el programa y ya me preparaba para irme, me regalaron un par de entradas para el cine. “Es una peli medio bizarra”, me dijeron. Eran las 10:05 y la función empezaba a las 12:30 en el Malba. Hice un llamado y conseguí compañía.
A las 12: 25 estábamos en el hall del Malba, con una larga cola de público de sangre freak corriendo por las venas, con tickets (la entrada cuesta 7 pesos) para ver “Mi reino por un platillo volador”, de Tetsuo Lumière.
Pasaron dos escenas y ya entendí cómo venía la mano. Las tres personas sentadas a mi derecha reían desde la primera imagen. Sin parar y sonoramente. El tipo sentado a mi izquierda se hundió en el asiento y empezó a bufar. A los 15 o 20 minutos se levantó, pidió permiso y se fue. Por todas partes del cine se escuchaban carcajadas y por ahí de golpe en una escena indescifrable, y con la sala muda, se escuchaba a un desquiciado desmayándose solo de la risa.
Yo me reí menos que en Loco por Mary pero más que en un show de Midachi (debería buscar un ejemplo mejor; Midachi no me causa risa).
Una reseña de Página/12 dice que es un falso documental, falso biopic, basado en hechos reales. La película en realidad una autobiografía de Tetsuo Lumière; sólo que un poco delirante.
El Lumière mostrado es un joven nacido en un pueblo que, de chico, descubre el mundo del cine gracias a un viejito vecino cinéfilo que tiene una enorme colección de películas enlatadas. El chico y el viejito se hacen amigos. O más que amigos; para el hombre, el niño es el hijo que nunca tuvo y nunca quisiera tener.
Cautivado por el mundo del cine, el chico jura que va a dedicar su vida a hacer películas (su sueño es hacer algo parecido a “La guerra de los mundos”). Así es que se muda con su familia a Buenos Aires, luego se queda solo, y empieza a realizar films absurdos y absolutamente under (y según el director simple basura) con una cámara portátil.
A la narración la van llevando los testimonios de familiares, conocidos y amigos del protagonista. Ahí aparece el efecto documental. Cada tanto, la historia general aparece ilustrada por las películas que el verdadero Tetsuo (de acuerdo, ambos son verdaderos) realizó en su carrera; pequeñas historias ilustran a la historia (se me está complicando la reseña con tantos planos de realidad y contra realidad).
Una más absurda que la otra. Aparece primero “El enajenado social” (filmada en 1992), que muestra la rutina de un empleado de oficina. Y los detalles, aunque llevados al extremo, son bastante conocidos y encuentran algún reflejo en la realidad: un hombre interpretado por Lumière llega a su casa con traje y corbata y maletín, cierra la puerta, se cambia, se sienta a la mesa, come y mientras come despliega un hilarante arsenal de miserias, se duerme, se viste y se va a trabajar y la secuencia se repite unas mil veces hasta que la cabeza le explota.
Después viene “Amor infiel” (1994), donde un exageradamente dramático Lumière interpreta a un marido traicionado y despechado, que tras una sucesión de gags decide suicidarse, junto a su mujer, poniéndose un broche en la nariz.
Más tarde llega “Luna de miel”(1994), que en la realidad (ya ni sé cuál es la relidad y cuál es la ficción) ganó un premio en un festival de Japón. Acá una pareja llegá a su flamante nidito de amor y, justo cuando se disponen a disfrutar de la primer noche de sexo, la mujer descubre la luna llena y se convierte en mujer lobo. La solución al problema es tapar la ventana; si ella no ve la luna, se vuelve a convertir en mujer. Ahí sucede uno de los chistes más divertidos de toda la película, pero no lo voy a contar acá.
Por último aparece la obra cumbre (justo un día antes de que el Tetsuo ficticio muera por un tumor cerebral que su médico denomina como Pityrosporum Ovale); la soñada película sobre platos voladores, que en realidad no son más que platitos café con tazas y medialunas servidas que invaden e incendian una inverosímil Buenos Aires de cartón. En la realidad todavía no está terminada y se llama "Ataque del espacio exterior" (1995).
"Mi reino por..." tiene un humor tan imbécil que resulta muy simpática. Al fin y al cabo, además de hacerte reir bastante, la película te muestra la particularísima carrera de este director de cine bizarro de autor (que irresponsable soy para poner etiquetas).
Salíamos del Malba y nos llamó la atención verlo a Lumière, ahí parado, observando a la gente que salía de la sala y que lo miraba sorprendida (¡es el huevonazo que estuvo ahí en la pantalla haciéndote descostillar!). Así que pudimos corroborar en persona que ni la caspa ni un incendio mataron a este joven director, intérprete, productor y guionista.
En el sitio de la película hay una sección llamada "Diario íntimo". Ahí Lumière cuenta cómo nació la película. Todo empezó a fines de 2001 y principios de 2002 con el corralito y la depresión generalizada. A Tetsuo le faltaba filmar los últimos 20 minutos de "Ataque del espacio exterior" y no tenía un mango para terminarla. Tampoco conseguía guita para empezar una película un poco más barata. Sentía que no iba a poder volver a filmar y se martirizaba apuntándose como un fracasado.
Dice que pensaba mucho en morirse. Y, según parece, estuvo cerca. La historia del tumor, si bien no es del todo cierta, tiene una base real. Tetsuo estuvo un mes con dolor de cabeza y decidió ir al médico. Diagnóstico: tumor encapsulado.
Explica:
"No podía dejar de pensar en la muerte y sus consecuencias. Me entretenía pensando que alguien podría tomar mis peliculitas y hacer alguna retrospectiva. Se referirían a mí como el tipo que se murió por un tumor cerebral, antes de filmar los últimos 20 minutos de su primer largometraje.
Y de pronto me dije: 'Ya sé. Voy a hacer una historia sobre un muchacho que sueña con hacer una gran película. Hace cortometrajes para conseguir dinero para financiar esa película y cuando se encuentra realizando su sueño, le dicen que tiene un tumor en el cerebro y que le queda poco tiempo de vida.' Y así nació la idea de hacer TL-1. Escribí algo parecido a una sinopsis en 3 o 4 días. No fue muy complicado, me acordaba de cosas que habían pasado en mi desgraciada vida de director de cortometrajes y las escribía. Yo creo que la vida de cualquiera de nosotros tiene una cantidad de cosas lo suficientemente interesantes como para hacer varias películas, solo hay que guionarlas y dirigirlas en forma entretenida. Para que TL-1 se hiciera realidad, pensé en filmar 30 minutos de relatos y algunas dramatizaciones de estos relatos en forma de documental televisivo. Luego los editaría junto con los cortometrajes que había filmado hace unos años, que ya sabía que funcionaban. Y así encontré la manera de hacer posible mi primer largometraje y encontré la forma de meter mis viejas películas en un contexto que potenciaría su efecto humorístico. Pero algo salió mal. No filmé 30 minutos, llegue a filmar 1 hora y 10 minutos. Más los cortometrajes, la película ahora dura 111 minutos.
Cuando veo TL-1, es como ver mi repugnante pasado. Y este me hace mucha gracia. Me río de mí mismo casi con burla. Y reírme y escuchar cómo la gente se ríe de mi vida hace que mi existencia sea menos patética".
La vuelven a pasar, tal vez por última vez, próximo sábado 26 a las 24:30 en el Malba.
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