Escuchar la canción “Y cuando ya no quede ni un hombre en este lugar” acostado en mi cuarto, con el sol entrando por la ventana y con la vista en el cielo a través del vidrio, me hizo acordar a Fisherton, a la sala de ensayo de la calle Donado y al pibe que atendía la sala de ensayo.
“Y cuando ya no quede…” es un tema del disco “El Sol detrás del Sol” (¿casualidad?), de Pez. Cuando lo escuchaba recién (al disco), y cada vez que lo escucho, siento que la música está por todas partes y me entra tanto por los oídos como por las piernas. Y tanto por las manos como por los ojos.
Resulta que el pibe que atendía la sala tenía una banda que sonaba, en general, muy parecido a “Y cuando ya no quede…”. Tenía ese mismo sonido envolvente. Y la clave estaba en el teclado, que era el instrumento que tocaba él.
En cada movimiento de la música, en cada golpe del batero al platillo y en cada acorde del violero estaba el teclado envolviendo el sonido. El teclado estaba desparramado por toda la sala. No eran una súper banda pero tenían eso. Y sonaban de un modo bastante agradable.
Ese sonido envolvente del tema de Pez entrando desde los auriculares más las imágenes de la sala en mi cabeza, con los equipos del otro lado de la pecera, la tela negra en el techo, el calor, la transpiración, la batería a medio armar y el pibe que nos atendía; todas esas imágenes, sumadas al sol veraniego (a pesar de que es 23 de agosto) que entraba por la ventana de mi cuarto, me hizo acordar a Fisherton.
Y acá otra vez el sol pasa a ser clave en un post porque, justamente, en Fisherton el sol es clave. Allá el sol es el que marca el tiempo. Hay que pensar en un tiempo muy lento. El sol es el segundero. Y entra por detrás de la Wilcor y de Rosario y se mete por detrás del Jockey, del Golf y de Funes. Hay que imaginar segundos tan lentos como el movimiento del sol. Son minutos y horas lennnnnnnntas, pastosas y pegajosas por la humedad.
Es algo muy intenso esto del tiempo (en Funes es igual). Me hace acordar a "El perseguidor", de Cortázar, y a la Teoría de la Relatividad. Y ojalá que por hoy ya nada me haga acordar a nada porque ya tengo demasiado.
Pero es intenso al fin y al cabo. Y de golpe estás acá, tirado, escuchando un cd. Y la música y el sol te transportan hasta allá pero al mismo tiempo te dejan acá para que puedas escribirlo de un tirón en la pc. Ante algo tan intenso no se puede sentir otra cosa que nostalgia.
Por lo demás, el sol, por ejemplo en días en los que te levantás piazzollano, como ayer me pasó en mi primer jornada de CBC, que es el comienzo de un larrrrrrrrrrgo camino (el Do de las artes marciales coreanas) que es la carrera de Historia, en esos días de miedo y cierta sensación de intrascendencia, donde por ahí el recontrapotente “Marron y Azul” pasa sin éxito y “Siempre París” (cantado por Sobral) se convierte en EL tema que querías escuchar y repetir una y mil veces; en esos días el sol puede ser una verdadera molestia.
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