Dos y dos son cuatro. Cuatro y dos son seis. Seis y dos son ocho. Y ocho dieciseis.
Hace como ocho años fui a la cancha de Huracán a ver a River. Le hicimos cinco o seis goles. Un paseo hermoso.
Y ya cuando íbamos en el bondi, borrachos y bajando a hacer pis cada veinte cuadras sabíamos que el partido iba a ser así. Íbamos como se va a una fiesta en la que sabés que van a pasar cumbia, cuarteto, reggaetón y hits de los noventa.
Nada puede ser distinto a la felicidad.
A la vuelta caminamos hasta Constitución sonrientes y tranquilos.
Este fin de semana tengo ganas de volver al Ducó. En la Quema River se puede llegar a comer cinco o seis tranquilamente.
Por otro lado, me preocupa el destino de una Selección de fútbol sin Riquelme.
El fútbol no nos enciende el alma. Hay que buscar por otro lado.
Y ocho veinticuatro. Y ocho treintidós. Más diez que le sumo son cuarentidós.