Te perdés algo

Ayer fui a ver a Zanahoria, que es la banda de mi profesor de batería.

Llegué al lugar y me metí y vi que adentro no había nadie. Estaba la banda. Estaba el bajista, parado con el bajo en sus manos y estaba el guitarrista, listo para tocar la guitarra. Y también estaba el cantante, medio de costado, vocalizando y mirando a sus compañeros.

En el público, o en las mesas en las que debía estar el público, no había nadie. Eran las 23: 05 y no había nadie. Había empezado hacía como una hora el recital. A las 22 tocaba otra banda y a las 23 Zanahoria, según el spam que me mandaron.

Eso es lo que decía el panfleto.

De golpe, mientras caminaba hacia una de las sillas, lo vi aparecer a mi profesor. Se sentó en la batería, contó cuatro y empezó a tocar.

No había nadie en el público. Era escalofriante. Un chabón estaba filmando y también había una mina, que estaba con ellos. Pero nadie más.

Y yo en el fondo. En la última mesa.

Me conmovió el asunto.

No estaban tocando con todas las ganas, pero estaban tocando. Sólo para tres personas.

Tocaban bien.

Hicieron dos o tres canciones así. Una onda más funky de lo que yo me había imaginado.

Me di cuenta de que estaba viviendo un momento sublime: una banda excelente estaba dando su recital para solo tres personas. Dos de ellas amigos de la banda.

Y la tercera yo.

Un día iba a poder contar esa historia.

Pero al final era la prueba sonido.

Nada grave. Se ve que siempre que anuncian para las 23 la gente cae a las 00:30.

No sabía si quedarme o irme. Faltaba mucho para que empiece.

Aproveché para leer mi segundo libro de Fante en el mes. Ahora estoy con Camino de Los Ángeles.

No había mucha luz en el lugar. Apenas algunas lamparitas perdidas.

Me acerqué a una de ellas, en la barra.

Y me puse a leer, entonces. Pensé que como ya estaba adentro iba a zafar de pagar los diez pesos de la entrada, así que aproveché y me pedí dos empanadas de jamón y queso y una Sprite.

Después me quedé mirando un rato a la chica que me sirvió, porque me resultó familiar, y volví a leer.

El libro de Fante es buenísimo. Muy atrapante. No le estoy dedicando períodos muy largos. Una media horita por acá; veinte minutos por allá. Y así. Pero lo leo rapidísimo. Se presta para eso.

El personaje, Arturo Bandini, es, justamente, un perrrrrrrrrsonaje. Un pibito que se cruza con una manada de cangrejos y de tan aburrido que está, flashea que ellos son un ejercito enemigo y que él es un dictador medio nazi que tiene que exterminarlos.

Se defiende con esos cuelgues el pibe. Y se pone a jugar. A que es grosso y tiene una misión que cumplir.

Cuando va a la fábrica de la Ford a buscar laburo y lo rebotan mal, y se ve mezclado con el resto de la chusma proletaria, flashea que es un enviado de Roosevelt y que su verdadera razón para estar ahí es enviarle un informe sobre la situación en el Oeste de los Estados Unidos al presidente de la Nación.

Se lo cree de verdad y eso le hace más llevadera la historia.

Después se hicieron casi las doce y pensé que ya era hora de irme a mi casa.

Pero ahí justo empezaron a tocar y me fui a sentar a una mesa bien cerquita.

La rompieron los Zanahoria. Son una banda muy buena.

Hay que ir a verla porque si no te perdés algo grosso de verdad.

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