Vargas

No es para tanto lo de la selección. El otro día el relator hacía que todo parezca un poco más dramático de lo que realmente era.

Mi hermano me mandaba mensajes de texto furioso. Que esto, que lo otro y que Basile es un muerto de frío.

Era un puto partido de fútbol. No daba para tanto.

Cuando Argentina hizo el gol le mandé un mensaje cargándolo y el me respondió con puteadas. ¡Estaba sacado!

Al final parecía que lo teníamos ganado pero uno siempre sospecha que todo se puede ir al carajo de un momento al otro. No es que yo supiera que nos iban a hacer el gol, pero me corría una sensación de que todo podía estropearse.

Es algo que me pasa muy seguido en el laburo.

No es que tenga el presentimiento de que tal o cual cosa vaya a suceder, no hay una catástrofe en mi mente, pero sí hay una sensación de que todo podría echarse a perder en cuestión de segundos. Con muy poco. Todo podría irse al carajo y el día volverse insoportable.

A veces soy muy consciente de eso. No siempre. A veces nomás. Cada tanto.

Está bueno porque al terminar, al llegar a mi casa, cuando al final todo estuvo bien, me doy cuenta de que me lo había estado tomando con calma desde el principio.

Cuando Riquelme y los otros chicos se pusieron a tocar la pelota para dormirla y se la dieron a Messi, que se colgó y la perdió, y entonces los peruanos se la dieron a Vargas, que corrió solo y metió el centro que terminó en gol, en ese momento, cuando todos los peruanos estaban iniciando los festejos del empate en la última jugada del partido, yo me empecé a cagar de la risa.

Carcajadas me salían.

Le puse un mensaje a mi hermano contándole que no podía parar de reírme.

“Yo tampoco”, me puso él.

A veces todo puede irse al carajo en cuestión de segundos.

Le pasó a River con San Lorenzo el año pasado.

Por suerte era sólo un puto partido de fútbol.

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