No le siento el gusto a las supremas de pollo congeladas, rellenas con espinaca y queso.
No les siento el gusto, a pesar de que pagué como catorce pesos por ellas.
Las como, las mastico, las paso de una fila de muelas a la otra y no hay caso.
No les siento el gusto.
Estoy resfriado y tengo la nariz tapada.
Anteayer y ayer los mocos se me caían cada vez que miraba para abajo.
Fui al supermercado y ocupé toda una mano con bolsas. Los mocos me empezaron a arder en la nariz.
En la primera esquina del camino de vuelta hay una farmacia. Es a dos cuadras de mi casa. Me paré y pedí Bayaspirina C. Me dieron una caja completa. Yo sólo quería dos o tres sobrecitos. Pero los mocos insistían en perforarme la nariz y yo quería salir de ahí, así que lo acepté.
Tenía la mano izquierda ocupada. La derecha buscaba diez pesos con cuarenta en el bolsillo. Yo hurgaba y miraba para abajo. El agua de mi nariz buscaba salirse para afuera.
Es la ley de la gravedad. Está todo escrito.
Tuve que mirar para arriba radicalmente. No pude sacar los ojos del techo hasta que salí de ahí y encontré los pañuelos. No pude mirar a los ojos del farmacéutico al despedirme.
El tipo me miraba raro. Lo vi de reojo.
Ahora se me endurecieron, los mocos.
Creo. Espero.
A mí dame un cáncer terminal. Dame una enfermedad venérea, si querés. Si realmente lo necesitás. Está todo bien.
Pero no me des un resfrío, es lo único que te pido.
No le siento el gusto a las supremas de pollo congeladas.
Ni a la Coca Cola.
Hace dos o tres días que no siento los olores. Confío en que el frasquito de perfume esté funcionando. Lo mismo con el desodorante.
No puedo hacer otra cosa sino confiar.
E insisto: me banco la muerte lenta y dolorosa de una metástasis en hígado y cerebro.
E incluso el asunto de las venéreas. Al fin y al cabo, qué tanto, miremos el lado positivo: lo bueno de una venérea es que te la conseguís retozando en unos arbustos con una mocita.
Al resfrío, en cambio, te lo conseguís andando por ahí, silbando y con las manos en los bolsillos, en una simple noche brumosa de viernes.
No veo punto de comparación.
Lo siento, pero no lo veo.
Estoy tratando de escribir. Estoy tratando de leer. De pensar. De ordenar e hilar las ideas.
Pero me cuelgo durante horas mirando el logotipo de Samsung, en el marco inferior del monitor.
Con la boca abierta.
Bueno, ahora voy a tomar una aspirina.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario