Salgo del closet: ¡quiero ser un maricón!

Sucedió algo rarísimo.

El mundo es un lugar increíble. Unos creen que ya lo vivieron todo, algunos incluso llegan a suicidarse ante cierta falta de horizonte (¡hacen mal!), pero siempre pasan estas cosas sorprendentes que te hacen pensar en cómo mierda es que está siendo dirigido este mundo.

El año pasado, ponele, sólo por tirar un ejemplo, a Funes se le dio por considerar que yo tenía que leer un cuento en Los Mudos.

Insólito.

De golpe me vi sentado en un escenario, leyendo un cuento frente a 60 o 70 tipos del ambiente literario.

Realmente insólito.

Hace como tres meses, acá en el blog hablé al pasar sobre El Pony Infinito. Dije más o menos: “Es una banda casi tan maricona como los inglesitos de New Young Pony Club pero un poco menos hitera y más agradable de escuchar”.

Les dije agradables, es cierto. ¡Pero también les dije maricones!

Hace unos días me llegó un email de Alejo, tecladista de la banda, que me decía algo así como: “Hey, soy de El Pony Infinito (sí, esa banda casi tan maricona como la de los inglesitos de New Young Pony Club)”.

Me puse colorado. Me hirvió la sangre en un segundo. Fue de esos calores que van de abajo para arriba; arrancan en la cintura, queman el pecho y hacen arder la cabeza. Visualicé una puteada, un reto a duelo y vaya uno a saber cuantas cosas más, todas muy terribles.

El mensaje se completaba con un “estamos buscando baterista y según leí en tu blog vos estás interesado en la música y sos un batero aficionado. Además parece que estás interesado en la literatura y justo en la banda casi todos son escritores o poetas, así que estaría bueno que nos contactemos y me digas qué te parece”.

Le dije que sí, que por supuesto. Entonces hablamos por teléfono y arreglamos un encuentro. El domingo pasado fui a un ensayo de la banda.

Todo el tiempo estuve esperando la emboscada; desde que llegué, me presenté y me senté en un banquito, estuve esperando que se levanten y me fajen.

En un momento, me enchufaron dos cajas con libros y las apilaron para emular un redoblante, me pasaron una pandereta, para que haga las veces de Hi – Hat (o Charleston) y me dieron unos palillos. Al pedal de bombo me lo imaginé. Y durante el resto del ensayo toqué en esa batería casera.

Fue la audición más rara de mi vida. Y esto incluye a las que puedan surgir en el futuro.

En varios momentos hicieron mención al bendito post en el que (se supone) les dije maracas. Pero ni un gesto me sacaron. Nada de nada. Ni una sonrisa ni un rubor en mi cara. No obtuvieron ni un pestañeo de mí. Me hice el sota con tal rigidez, que cualquiera diría que el baterista y el blogger son dos personas distintas.

Ahora acabo de pasar un par de días sacando los temas del primer disco de la banda. Me los ando tarareando por todas partes, porque se te pegan. Y no sé si la cuestión va a prosperar a futuro –yo espero que sí-, pero me sigue divirtiendo que pasen estas cosas raras.

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