Recién llegué medio tambaleando al sofá y me senté a ver el segundo tiempo de Boca. Tuve que hacer un esfuerzo por no acostarme. Si apoyaba la cabeza me dormía seguro seguro y la idea era aguantar hasta las doce o una para dormir de corrido a la noche.
En un momento pestañeé un poco y me desperté cinco minutos más tarde. Gremio se estaba perdiendo un gol increíble. La sacó Caranta abajo del arco. Bien de héroe. Se había pasado, pero cambió la pierna, se estiró y llegó. Para mí tenía que entrar sí o sí esa pelota. Antes había pegado en el palo.
Ahí me hubiese gustado que sea gol, porque se ponía interesante. Pero, bueno, fue. Me levanté y fui a buscar un postre de vainilla a la heladera.
Lo siguiente que recuerdo es un golazo de Riquelme. Golazo porque lo vio él solo, como Bochini cuando metía un pase de los suyos.
No se suponia que fuera gol. Le pegó de afuera, de sorpresa, y la metió en un palo que había quedado descubierto.
Enorme Riquelme. Cómo me gusta ese jugador. La verdad es que soy hincha de River. Pero quiero que a Riquelme le vaya bien. Es un tipo que tiene una verdad distinta a la del resto de los jugadores. Y eso sólo ya vale la pena.
Y además me pasa que lo veo hablar y lo veo exageradamente humilde. No le creo ni un poco. Lo veo diciendo "y bueh, vamos a ver qué se puede hacer, si esto es un juego y nada más". Y es obvio que hay algo más en lo que dice. Algo oculta. Algo sabe. Se le nota.
Después me quedé dormido otra vez. Cuando me desperté sentí que se me partía el cuello. Y Boca ganaba dos a cero.
Me levanté y volví a poner el coso de vainilla en la heladera. Fui a buscar un pijama. Y me colgué leyendo una revista en el camino. Cuando volví Boca había vuelto a ser campeón de la Libertadores.
Evidentemente tienen algo esos tipos. Ya no se le puede echar la culpa a Bianchi.
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