Me estoy tragando de a poco los cuentos de Fredric Brown. Casi o toda su bibliografía está subida a fredbrown.com.ar. Son en total 19 novelas y 142 cuentos.
Yo a Brown lo conocí de casualidad, hace mucho, en un sitio en el que se podían bajar libros. Había una lista enorme con montones de autores que no me significaban nada y bajé uno o dos textos de cada uno.
De Brown me atrajeron títulos como No mires atrás y No sucedió. En realidad ese día bajé de todo y recién leí algunas cosas un tiempo después.
En cuanto le di bola a sus cuentos, descubrí que es de esos escritores que buscan atraparte en la primera frase. Y que a lo largo de las historias siempre hay oraciones del tipo contundente. Imagino que si uno publicara uno de sus cuentos en un medio gráfico, no tendría muchas dificultades para extraer destacados.
No mires atrás es un cuento tremendo. Arranca avisándote que en cuanto termines de leer el autor te va a matar. El de advertir de tal cosa al lector es un recurso parecido al del efectivísimo cuento de Fontanarrosa, Palabras iniciales, en el que la primera frase es “Puto el que lee esto”.
En el cuento de Fontanarrosa se habla de la importancia de que un libro contenga golpes bajos que obliguen al lector a seguir leyendo. Interpelarlo cara a cara; desafiarlo personalmente. Decirle “guarda que estoy hablando de vos”.
Ya sobre el final el rosarino te amenaza; dice que tiene datos íntimos tuyos y que más vale que tengas miedo porque podés aparecer mencionado con nombre y apellido en la próxima línea.
En el de Brown pasa algo así. De entrada el tipo te está hablando directamente a vos. Te dice en la cara que te va a matar. Después te cuenta una historia atrapante y sobre el final te vuelve a prestar atención para recordarte que faltan pocos párrafos y que, por ende, falta cada vez menos para tu muerte.
Explica que le apostó a su compañero que él tenía la capacidad de avisarle a alguien que lo iba a matar y aun así ir y hacerlo. Y que para eso sobornó al dueño de la imprenta y le pidió que en uno de los ejemplares agregara ese cuento que ahora el lector está leyendo.
Y que ese lector iba a ser tan imbécil que iba a pensar que la historia era una más dentro de ese libro de cuentos repletos de muertes e historias escalofriantes. El autor del cuento ya no es Brown, sino un asesino que agregó unas páginas a un libro de cuentos de Brown.
Por supuesto que leyéndolo vía internet uno sabe que está completamente a salvo. Pero el nivel de verosimilitud es altísimo. Y si bien ya en los posters de las Basuritas uno había leído ese recurso de “no te des vuelta que lo tenés atrás”, lo cierto es que el cuento es de 1947.
En No sucedió la primera frase es, más o menos, “Juancito no podía saberlo pero en realidad ya estaba perdido desde el día en que atropelló a aquella chica”.
Así que también tuve que terminar de leer. Recomiendo ambos cuentos, que aparecen en la página de Brown.
Lo descubrí hace poco al sitio, porque se me ocurrió releer esos dos cuentos y buscar info. Me sorprendía la eficacia del tipo, que es como un Sydney Sheldon, porque se dedica a mantener a los lectores en vilo hasta el punto final, pero inteligente.
En Palabras iniciales Fontanarrosa dice que un buen escritor es el que logra emular a Chiquito, ese tipo que conocés del club, que es un pelotudo bárbaro pero que si te empieza a contar una historia, no importa cuán apurado estés, lo cierto es que no vas a poder levantarte de la silla hasta saber cómo terminó.
Brown es, entonces, un escritor del joraca. Y si bien sé que no estoy descubriendo nada, me interesa rescatarlo y convidar a algún desprevenido que ande por ahí.
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