“El 50% de los cuidadores de caballos del Hipódromo de Palermo están en negro”, dice la tapa de clarín.com.
¡Y a mí que me importa!
Si en la puta vida estuve en blanco. Al mail me llegan las fotos de una conocida (ex amiga/hermana de quien la manda) que un día quiso ser fea y lo consiguió. Hizo todo lo posible: se sacó las cejas, se llenó la cara y la boca de aritos, se hizo un corte de gorda, aunque es un palo de escoba, se puso un tatuaje enorme, feo y colorinche que le cubre todo el pecho, tan escaso de relieve, y endureció sus gestos (si es que se puede tener gestos cuando no se tiene cejas) con alguna que otra sustancia.
Pero no se la puede criticar. Ese era su cometido. Y, si bien en una época fue carilinda, ahora es un cuquito que camina por las calles de Palermo y Recoleta y se saca fotos para sitios freakie de Internet.
Esas son noticias.
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