Salí del subte y, después de ver a una rubia con mucha presencia acaparando toda la atención de Santa Fé y Agüero, y a los pocos metros al muchacho que baila con ella sentado en una camioneta, le mandé un mensaje de texto a mi novia: “La vi a Nazarena Vélez y al monstruito que la acompaña en Cantando por un sueño”. Respuesta: “¿Le pediste un autógrafo para mí”. Yo: “¿A cuál de los dos?”.
Cantando por un sueño me parece una verdadera porquería. Banco, en cambio, a Bailando por un sueño. Laura Fidalgo, por ejemplo, es un show digno de ver mientras baila. Sofovich hablando me da unas ganas de dormir tremendas y el show que se arma después en todos los programas de la tarde también, pero me río bastante algunas boludeces divertidas que pasan; algunos diálogos que son graciosos.
Tinelli tiene algún tipo de ángel; hay que saber reconocerlo. Y el programa en sí se banca un zapping cada tanto. Sin embargo, escuchar los ladridos de Nazarena y de Calabró es una basura.
Un rato antes, en el 168, vi a uno de los mejores actores que hay en la tele: Carlos Belloso. Otro programa, medio medio, que banco para un zapping: Sos mi vida.
Todos los que lean esto tendrán la capacidad de notar que el animarse a decir todo esto (mucho más pésimo que delicioso) que estoy diciendo es un conmovedor acto de hombría. Y lo valorarán en consecuencia.
Lo que tiene Sos mi vida es que de entrada admite que es una porquería y se tira al humor absurdo. No pretende grandes cosas y eso termina convirtiéndolo en una no porquería. El tiempo no para, por ejemplo, se fingió como una historia seria y terminó siendo una seguidilla de situaciones poco creíbles. Agradecí que haya terminado. Ya no podía soportar más.
Belloso iba hablando por teléfono con cara de enojado o preocupado, creo que en alpargatas y con un pantalón estilo bombacha e’ gaucho, y con las patas un poco abiertas, como recién bajado del caballo. O como si andara por el patio de su casa.
Me acordé del Vasquito, de Flipper, de la publicidad con Gaby Sabatini (es mi agua esa), de las boludeces hilarantes que hace ahora en Pol-ka, de todo.
En otro bondi, el 41, ya hace unas pocas horas, volviendo a casa, se subió un muchacho igual, pero demasiado igual, casi al punto de que capaz era él, igualito a Abel Pintos. Y esto parece un chiste, pero el pibe se puso a cantar… desde la maquina boletera hasta a su asiento. Y tenía un falsete parecido al de Pintos.
Digo: si sos Abel Pintos y viajás en colectivo, no cantes, papá. Lo mismo si sólo sos un pibe parecido. A mí me dicen que soy igual a Saviola y no por eso me voy a poner a hacer diagonales con los pulgares adentro del puño y la lengua afuera. Media pila.
Y a esta altura ya nadie me cree, porque tantas cosas en un día. Pero hoy fue raro. Y no terminó ahí. Desde la misma ventanilla, primero vi a una pareja de jóvenes, él morocho y con camisa polo abierta, ella rubia, ex linda y con facciones apenas baqueteadas, armando en un semáforo, sobre la tapa de un CD, y con una tarjeta de crédito, dos finísimas líneas de cocaína que media cuadra después aspiraron mientras rodaban en su Honda. Que tambaleaba un poco. Seguridad vial.
Dos cuadras después de eso lo vi a Gerardo Rozín, doblando por Cabildo con la ventanilla abierta, el brazo afuera y la cabeza casi, a lo dandy.
Lo juro, por favor. Lo juro.
Rozín es uno más de la camada de muchachos de la televisión porteña que viene de Rosario. Otros son Monchi Balestra, que allá fue “el movilero con onda” de Te Ví, un programa de Canal 5; Osvaldo Bazán, que hasta hace poco seguía conduciendo un programa de entrevistas por Gala 6 (qué antiguo) y Luis Novaresio, que fue estrella en otro programa estrella: “De 12 a 14”.
Más tarde, cuando llegué a casa me encontré con un mail de un anónimo, que tiene un blog anti – Cielo Latini (tiembla Mavrakis). De algún lado sacó que yo conozco a Juan Ortelli, el periodista de Rolling Stone. Y me pide que lo contacte con él porque, después de haberle hackeado la cuenta de email a Latini, comprobó que Ortelli y la ex anoréxica se mailearon un par de veces.
Según me dijo, es todo por una causa justa: Ortelli podría brindarle pruebas sobre algo. Y parece que él quiere desenmascarar a Latini, no sé bien porqué, y lograr que done todas las ganancias de su libro.
Y también me maileó J.C. para avisarme que me sumó a los links de su blog y para amenazarme con sacarme de ahí si no me pongo a postear de nuevo porque la hago quedar mal.
El mundo se volvió loco, le dije ayer a uno de mis jefes.
Yo estuve trabajando mucho. Ya postearé más seguido en épocas de miseria y desdicha.
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