La primera vez que vi la fila de devotos de San Cayetano fue hace unos 5 años. Yo recién me había mudado a Buenos Aires e iba a la cancha de Vélez a ver a River (creo que ese día Jersson González metió un tiro en el travesaño y todos pensamos que habíamos comprado a Pelé). Y pensé que toda esa gente haría una cola de un par de días para algún recital en el José Amalfitani. O no sé lo que pensó mi cabeza provinciana, pero seguro que no fue nada en comparación con la realidad.
Después me enteré de que la gente hacía 4 meses de cola (¡4 meses!) sólo para tocar al Santo durante unos segundos, decir un rezo e irse. Me sorprendí mucho. Y este año además del frío y la lluvia, les tocó el bombardeo de granizo. Hubo una fila de 17 cuadras y un hombre de 82 años murió en el intento.
Pero lo que más me sorprende (recién llamé para confirmarlo), de todo el fenómeno San Cayetano, es que el Santuario está abierto todos los días del año, durante todo el día y que, por ejemplo, podés ir hoy mismo a visitarlo y tocarlo y rezarle y agradecerle, sin hacer ningún tipo de cola, fresquito, habiendo dormido en tu propia cama, para no llegar cansado al trabajo que él mismo (según tu fé) te consiguió después de que fuiste a pedirle el año pasado.
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