No somos gente de la noche y cada tanto nos encargamos de dejarlo bien en claro. Hoy a la madrugada fuimos a El Teatro de Colegiales a ver a un tal Andy Moor, que se ve que es uno de los mejores cincuenta pinchadiscos (faaa, la jerga tecno-europea que estoy metiendo) del mundo según la revista DJ Mag y por momentos se nos complicó.
En primer lugar, las entradas decían “Viernes 1 AM”. Esto debería ser la noche del jueves para el viernes, pero no. Era la noche del viernes para el sabado. Sería por demás interesante conocer al tipo que las redactó y las mandó a imprimir. Supongo que asoció "noche del viernes a la 1" (y suponemos que la gente del mundillo nocturno sí lo entendió). Pero bueno. Al final nos salió bien, porque justo el jueves, cuando nos preparábamos para ir y encontrarnos con las puertas cerradas y el boliche vacío, a ella se le fueron las ganas y cancelamos.
Un poco nos peleamos pero después se nos pasó. Y al otro día descubrimos que teníamos revancha y que el recital de anoche era hoy. Así que esta vez nos fijamos bien, chequeamos fecha y horario y leímos una nota que le hicieron a Moor en el Sí! de Clarin.
El tipo es de Manchester y por alguna razón que no conozco es relacionado con un DJ norteamericano llamado Larry Levan y con una disco border neoyorquina de los ochenta (en realidad inauguró en el '77) que se llamaba Paradise Garage. De hecho ese era el nombre del show de hoy y así decía la inscripción de la pulsera flúor que te ponían para pasar al vip.
Quede claro que las entradas nos las habían regalado (el acceso al vip salía 90 pesos).
El estilo de música que hace este muchacho (26 años) es Progressive Trance; nunca sabremos, ninguno de los dos, qué significa ni cuales son las señas particulares de ese género. Lo único que nos sonaba familiar, de toda la info previa, eran los nombres de Paul Okenfold y Tiesto, que se ve que alguna vez fueron producidos por Moor. Y punto.
Llegamos a la una, como indicaba la entrada. Y ya al principio nos sorprendía que hubiese tan poca gente. Recorrimos el lugar, nos divertimos con el humo, con unos tipos disfrazados no se sabe si de robot o de extraterrestre, que bailaban sobre unos zancos, y con nosotros mismos. Tratamos de bailar pero al rato decidimos abstenernos. No estuvo para nada mal el asunto.
Pero no dejaba de sorprendernos la poca gracia que tenía la gente mientras tocaba el pibe. ¡Pagaron 90 pesos, che, pónganle onda!
En fin. Creo que tardamos hora y media en darnos cuenta de que el que estaba en las bandejas no era Andy Moor (y ni siquiera podríamos afirmarlo con demasiada seguridad en este mismo momento). Resultó ser algo así como un telonero (debería averiguar cómo se le dice en la escena electrónica). Había que esperar para el plato fuerte.
Y mientras, las horas pasaban. Dos, tres, cuatro, cuatro y media: el tipo nunca salió en todo ese tiempo. Nos fuimos. Los dos habíamos dormido muy poco durante la semana y yo me tenía que levantar al mediodía para trabajar (y me faltaba acompañarla hasta su casa). Los patovicas nos miraron un poco sorprendidos. Y afuera hacía un frío que te crispaba.
Caminamos unas ocho cuadras, desde Álvarez Thomas hasta Cabildo, sobre Federico Lacroze. Durante todo ese trayecto tuvimos en nuestros oídos el eco de los ruidos (alguno podría decir insportables) que hizo el telonero durante su presentación.
Chimpum chimpá, chimpum chimpá, chimpum chimpá, chimpum chimpá, chimpum chimpá.
Nunca sabremos quién es Andy Moor ni qué es el Progressive Trance.
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