Que yo recuerde, y acá reconozco que soy una de las personas menos interesadas en las cuestiones de política partidaria de toda una generación bastante pajera en este sentido, este es uno de los peores comienzos de un gobierno en los últimos años.
Lo de Macri hasta ahora me parece vomitivo. Incluso más vomitivo de lo que uno podía imaginarse durante la campaña. Ya en ese entonces me parecía horrible que gente de mi familia anunciara su voto a favor de este tipito tan antipático.
Es decir, yo jamás voto, jamás voté en la vida (mentira, en la primera elección pos dieciocho años sí voté), incluso estuve sin DNI durante los últimos tres o cuatro años. Y declaro que jamás voy a volver a gastar una hora de mi domingo (durante la mayoría del año pasado fue mi único día libre de la semana) para ir a un colegio, buscar mi nombre en una lista (esquivando cabezas horrendas que se buscan a sí mismas) y hacer una cola de mínimo quince minutos para darle mi apoyo a algún político.
No creo en ellos. No me gusta su forma de hablar. Entrevisté a varios, durante un par de años, cuando hice de periodista. Sólo por la poca plata que cobraba, y por ambición de futuro, me entregué a semejante suplicio.
Hablar con un político es hablar con un imbécil. Gente avispada, tal vez, gente hábil, véloz y con calle, en algunos casos honrosos, pero imbécil al fin, sin ningún tipo de discurso rescatable. La lacra más mediocre que uno se pueda cruzar, se sienta en los recintos legislativos. La peor decepción de todas me la lleve (y creo que esto ya lo posteé) con el niño Marcos Peña, que en ese entonces era el diputado más joven de la ciudad (hoy Secretario de Gobierno).
Ese fue el fin. Cierre definitivo. Creo en la política, incluso estoy dispuesto a aceptar al sistema tal como es (como el pelado de la publicidad), pero no creo en ellos. Es un pensamiento adolescente, lo sé; es trillado, lo sé; pero así lo siento.
A partir de conocerlos más de cerca pude reflexionar más sobre el tema: ni siquiera creo que votar sea una obligación moral. Pienso que creer en el voto como el modo de ejercer la ciudadanía es caprichoso. Es un invento; hacerte creer que te dieron la opción y que al final todos tenemos al gobernante que nos merecemos. Esa frase-chistecito horrible, tantas veces mal usada, no hace más que legitimar una mentira. Lo único que hacés es elegir entre un imbécil, un mentiroso y un pelotudo.
Sostengo ante cada elección, en cada domingo de sufragios en el que decido tirarme a leer blogs durante horas, que no votar es el verdadero modo de ejercer mi derecho a expresar políticamente mi punto de vista. Me cago en la elección, no sólo por falta de voluntad sino porque son material descartable si nos ponemos a mirarlas en términos reales. No me importa que alguien pueda creer que soy un indeciso, un tibio, un timorato, un inútil.
Mierda un timorato. Mi elección es no votar. Tibio sería hacerlo por quien no me convence. Y ninguno de todos los que alguna vez se presentó a elecciones me llegó a cerrar.
Alguna vez, hace poco, alguien nos convenció a (casi) todos de que no ir a votar, o ir votar por Clemente, era lo mejor que se podía hacer para hacernos valer como pueblo. Porque, claro, las opciones eran una mierda y era necesario que se vayan todos.
Después de eso escuché varias veces a montones de tipos, como Baby Etchecopar, pensadores, compañeros de laburo y vecinos del barrio, diciendo que aquel gesto de anomia fue útil sólo en esa oportunidad. Que hoy eso ya fue y que hay que jugársela por un candidato a líder. Incluso escuché montones de veces que votar en blanco es débil, inútil y funcional para los malos; que eso ya pasó de onda.
Creo que ese punto de vista es un acto de cobardía. Sólo se justificaría sostener tal cosa, si la clase dirigencial realmente hubiese cambiado. Si a la hora de plantarse a hablar con los que tenemos que votar, lo hicieran con un mínimo de respeto.
Ante la evidencia de que eso no sucedió, modificar el voto a Clemente por el voto a cualquiera de estos candidatos es el gesto más tibio, sumiso e irresponsable que se pueda tener.
¡Ni uno solito de todos los candidatos que se presentan logró convencerme! ¡Jamás! Pero Macri...
Macri es peor. Es mágico. Un mes a cargo, nada más, y ya todas estas amenazas.
Primero los anuncios oficiales (¿truncos al final?) del cierre de Ciudad Abierta ¡por bajo rating!; después un amago de levantamiento del festival de Cine Independiente, del festival de Tango y del festival de Teatro, este último con desalojo a los empleados incluido; después la decisión repugnante y descarada (ya me lo habían sugerido toooooodos los macristas, hace años, tanto los militantes como los amigotes, a manera de protesta típica de señora indignada por lo colapsado que está el sistema de salud por culpa de los negritos que vienen de afuera)¡de que los hospitales prioricen la atención médica de los porteños por sobre la de los que viven en provincia!, y disculpame que te vomite las zapatillas mientras lo digo, porque la verdad que no me puedo contener.
Y después, por último, casi como un chiste, un aumento repentino del ¡triple! en la última boleta de ABL (¡¡¡hijos de puta!!!, con toda esa guita me imagino que no voy a ver ni un puto foquito roto en toda la ciudad, ¡que sino claramente me están choreando!) y también el burdo despido, de un sólo tirón, en voz altísima y demagoga (¿ni un poco de cintura tenés?) de 2 mil contratados municipales más la amenaza de hacer lo mismo con más de 20 mil empleados públicos, lo cual ya viene generando paros y quilombos gremiales.
Un desastre.
En la cena de año nuevo un familiar mío me dijo: bueno, pero con Macri al menos podés estar seguro de que va a hacer todo bien y que la ciudad va a cambiar; el tipo viene del mundo de las empresas y fijate lo que hizo con Boca.
Tuve que contenerme. Ya había agarrado el vitel toné con la mano, dispuesto a revoleárselo por la cabeza (toda una semana comiendo vitel toné; la verdad que ya me lo quería sacar de encima), pero me la aguanté porque llevo 24 años sin pegarle a nadie y mirá que debutar por una charla sobre política sería un papelón.
De cualquier manera, quisiera ver qué corno van a hacer para mejorar la ciudad. Muero de curiosidad. Incluso me intriga saber con qué plata. ¡Quisiera conocer a un solo pelotudo que vaya a pagar estos nuevos impuestos! ¡Uno solo y ya estoy hecho para todo el año!
Qué mal se viene esto. Que lo llame a Bianchi, que lo ponga a Riquelme y que lo traiga de vuelta al mellizo Guillermo.
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