El silencio que había en la tribuna era tremendo. Mi viejo y mi hermano estaban abajo, en la Almirante Brown media, y eso es lo único que me empaña un poco todo el tema del recuerdo.
Me hubiera gustado abrazarlos.
Estaba calladísima la tribuna.
¡Y qué equipo era ese! El equipo de Ramón. No me volvió a pasar, desde entonces, de ver un equipo que tenga algo de épico. El video de Youtube me emociona casi tanto como Have you ever seen the rain, de Creedence Clearwater Revival, en un día melancólico.
E imaginarse que uno de los últimos equipos de River puedan causar esa emoción sería estúpido.
Pateaba Bedoya. Otra vez.
Volvíamos a lo del año anterior. Nos habíamos bancado toda la última campaña, rompiéndola y ganando los partidos por goleada. Pero Bedoya nos había hecho un gol, en la cancha de Racing, el día ese, que tuve que correr por el Puente Pueyrredón hasta llegar a La Boca, porque atrás venía la policía, tirando sin preguntar, y los de la academia salieron campeones.
Y ahora lo mismo. Otra vez contra Racing. Falta cerca del área. Tiempo cumplido. 90 minutos. Última jugada. Se perfiló Bedoya. Comizzo, que cada vez venía atajando mejor, se puso a pelear con un delantero rival. Roja.
Mamita. El silencio de esa tribuna. Nadie decía nada.
Y acá voy a jurar. Porque la verdad que no es demasiado creible. Y lo único que tengo para ampararme y jurar que es verdad, es apelar al argumento de que nunca antes, ni tampoco después, me pasó algo del estilo. No soy adivino. Ni ando verseando con eso. No voy a andar miles de veces diciendo: yo sabía.
Pero, loco, lo juro, en ese momento, con los pibes con los que íbamos a la cancha alrededor mío, escuchándome, porque ahí se escuchaba hasta un suspiro, nadie podía decir ni mu, agarré y dije: este partido lo ganamos.
En diagonal, adelante y a la derecha, lo tenía a Cristian. Amigo de Carucha, un compañero del colegio con el que íbamos a todas las canchas.
Yo dije: este partido lo ganamos. Él se dio vuelta y me puso una cara de traste que me cagué un poco a las patas. Me miró como si lo estuviese gastando. Como si fuese un emisario bostero en plena popular de River.
Después chistó y me puso cara de qué hambre que tenés. Se dio vuelta y volvió a mirar el partido.
Demichelis se puso el buzo de arquero. Y los guantes. Comizzo se fue a las puteadas.
Se dio todo muy lento. Fue uno de esos tiros libres con ceremonial y protocolo. Creo que en el fondo todos pensábamos que Bedoya nos iba a volver a cagar. Sin Comizzo era una mierda.
Y entonces el árbitro pitó. Bedoya amagó y nos cagamos a las patas. Pero pasó de largo. Atrás de él fue el Chanchi Estévez, aunque en ese momento ya no distinguíamos figuras. Teníamos un miedo....
El culo hacía preguntas y no sabíamos bien qué responderle.
Mamiiiiiiiiiita.
El Chanchi Estévez, o esa figura anónima con la camiseta de Racing, se la tocó apenitas a Úbeda y Úbeda le pegó.
A la barrera.
El rebote lo cazó Ricardo Rojas, héroe con la vaselina a Boca. Se la llevó de cabeza. La punteó. Lo primereó a Úbeda; en realidad el rebote le quedaba a él. Se la sacó de guapo y se fue solo. Empezó a correr. Lo seguían un montón de tipos, pero creo que ni ellos se habían preparado para un contragolpe. Se suponía que fuera gol de Racing.
En la tribuna no la podíamos creer. Es como que el silencio se transformó en griterio. Eso que dicen de la calma que antecede a las tempestades.
Rojitas corrió por izquierda. Uno de ellos lo fue encerrando. En el medio apareció Pipino Cuevas. Solísimo.
¡Pipino! ¡Genio! ¡Otra que el pajaro Caniggia contra Brasil en el noventa! ¡Un poroto!
Pipino Cuevas, que era y es mi jugador favorito en el mundo. Así como lo banco a Ramón, lo banco a Pipino.
Pipino picó por el medio. Solito y solo; ya lo dije. No lo marcaba nadie. Y si no hubiese sido atrás de la mitad de cancha, era off-side.
La recibió y corrió. Con todo el campo rival vacío. Enorme Pipino. Héroe. Eterna la corrida. De esas que gemís hacelo, por favor, hacelo de una vez.
Pero lo más difícil estaba en la tribuna; mantener el equilibrio, la vista arriba, mirar la jugada con la avalancha incontrolable que se estaba armando. Yo empecé a bajar escalones como loco. A los saltos. A los tropezones. El grupo de pibes que íbamos a la cancha se desarmó completamente. No sé adónde quedaron los demás. Y creo que ni nos dábamos cuenta de que estábamos en plena avalancha.
Ahí iba Pipino. Qué grande. Qué lindo se lo ve en el video. Corrió solo. Solísimo. Con las dos tribunas derrumbándose. Lo gambeteó a Campagnuolo. Lo despatarró. Y la empujó.
Gol.
River campeón. Faltaban un par de fechas pero ya estaba. River campeón.
Nunca abracé a tanta gente desconocida. Ni siquiera en las misas de la secundaria cuando decíamos la paz sea contigo.
Y ahí en el tumulto apareció Cristian. El amigo de Carucha. Mi viejo y mi hermano estaban en la tribuna de abajo. Pero a este pibe lo abracé como si fuera un familiar.
Vos lo dijiste, boludo, vos lo dijiste.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario