Cuatro de la tarde de un lunes. Sentado en la veredita de un cantero enorme, con jardín incluido, porque todo este verde merece ser llamado jardín, puesto en medio del patio de la sede de Drago.
Qué soy ahora. Un impasse.
Tengo un cuaderno y una birome. Como una hora de tiempo libre. Alrededor hay otros. Leen, hablan, comen. A mí no me gusta escribir a mano. No puedo pensar bien. Pero no hay mucho para hacer desde que no uso mochila.
A las 17 de todos los lunes tengo una cátedra de Sociología que ya cursé el año pasado.
Me da vergüenza volver a entrar al aula en el que sé que va a estar la misma profesora. Parezco un fanático de Parsons y la escuela marxista.
Seguro es la misma profesora. Qué irá a pensar si me reconoce. “Otra vez vos acá”.
Escribir es lo mismo que hablar solo. Enfermo aquel que escriba ficción.
Hoy me desperté a las 14. Todavía no empecé con los horarios fijos de laburo. Ellos me van a avisar. Y ahí madrugaré, if i have to.
Mientras, me levanto a las 14. Porque puedo.
Me volví a anotar en el CBC porque calculé que no iba a tener nada que hacer. El año pasado dejé por exceso de laburo. Papá se ríe en alguna parte con mi humor allenezco.
Al final salió lo del laburo. Lo de los dos laburos, bah. Lunes y martes redactor de prensa. Miércoles, jueves, viernes y sábados productor radial (¡Rock & Pop!).
Pero ya estoy anotado en esto. Tarde para retroceder. Así que démosle. Está muy cargado el cielo. Si se larga me meto en el edificio.
Sería una lástima. El jardincito del cantero del patio de Drago, sobre todo con este clima tan neutral y moribundo, es uno de los lugares más lindos de Buenos Aires. Eso lo aprendí el año pasado gracias a la UBA.
Recién me tuve que fijar qué horarios y aulas me tocaban. No pude chequearlo el día que correspondía. Reuniones laborales.
Le fui a preguntar a la chica que atiende el Departamento de Alumnos. Qué cara de odio. Adelante mío había una chica, recién salidita del secundario, con cara de buenísima y un miedo bárbaro, que no cachaba un fulbo con el tema de los códigos de horario aula materia.
Siempre dije que ya por entender ese sistema, y aprender a manejarlo, deberían entregarte un diploma.
Le ladró. La chica del Departamento de Alumnos (cara de malísima y flequillo stone) a la recién salidita del secundario. Y después de pisotearla le puso carita a todos los que estábamos en la fila.
Yo le dije: uy, yo estoy peor. Y le conté. Me pidió el número de DNI y me dictó los códigos que me habían tocado.
Resulta que estoy inscripto en sólo dos materias. Yo me había anotado en tres. Pero parece que, sin enterarme, el año pasado aprobé una de ellas: Sociedad y Estado.
De haberlo sabido.
Dieciséis y veintiséis. En treinta y cinco minutos tengo que entrar al aula. Que vergüenza, realmente.
Acá en el cantero cantan pajaritos y se escuchan las opiniones sobre globalización que salen por la ventana del aula en el que debería estar yo ahora de no haber aprobado sorpresivamente el año pasado.
Ya corre brisita. Se viene la rosca, me parece. Cuando salga de Sociología, a las 19, me voy a mojar.
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