Cómo lo sufrí al miércoles.
Al pedo. Después cuando se hizo la hora y caminé hasta el 168 se me pasó todo y me calmé. Pero antes de eso estuve todo el día con el corazón en la garganta.
Como al mediodía me puse a escribir un cuento nuevo, por falta de fé al que tenía pensado llevar. Y para cuando lo terminé y lo releí me di cuenta de que necesitaba semanas de correcciones.
Así que agarré el de la loca y me puse a practicarlo en voz alta. Lo leí un par de veces en el sofá, sabiendo que sentado en un escenario con el micrófono en la diestra, la hoja en la zurda y al menos sesenta personas sentadas mirándome de frente, ni a palos me iban a salir los cambios de tono y tempo que tenía planeados.
Después me fui al placard de mi vieja y rescaté de uno de los estantes de arriba una camperita blanca que, poniéndosela uno al revés, es decir abrochando los botones en la espalda, y metiendo las manos dentro de los puños y cruzando los brazos, hacía las veces de chaleco de fuerza.
Doblé el texto en ocho, lo puse en el bolsillo trasero del pantalón y salí.
Estuvo linda la lectura. Fue emocionante estar ahí. Desde ya que no pude meter todos los cambios de tono, y desde ya que el cuento no es gran cosa, pero me aplaudieron igual.
El personaje de la loca lo terminó haciendo, sentada silenciosa a mi lado, la linda actriz Sofía Britto, que antes interpretó un monólogo lacrimógeno e igual de lindo.
En las mesas estaban algunos de los que leyeron el viernes en el Centro Cultural Pachamama, es decir la gente de El Quinteto de la Muerte.
Aquella del viernes fue la primera vez en mi vida que presencié una lectura. Nunca había ido a una. Ni de poesía, ni de ensayo ni de narrativa, ¡a pesar de lo que dice la gente de La Pavada Literaria!
Y ya que estamos en locas, vale aclarar que no me acerqué a presentarme con nadie, y mucho menos con un nick, ¡ya que no tengo!
Estuvo muy buena esa lectura. La del viernes. Alto nivel. Lo de Oyola fue impresionante. Ni yendo al cine logro abstraerme tanto del entorno como en el momento en el que leyó su cuento, que hace referencia al motín de Sierra Chica en el que los malos jugaron a la pelota con la cabeza de los buenos.
Me sacó del lugar, Oyola. Cuando terminó de leer tuve que ponerme a mirar todo el salón de nuevo porque realmente me había sacado de ahí. Estaba como perdido. Y eso no es broma.
Y ya el miércoles, yo, justo antes de que leyera Funes y de ganarme Vivid, el cd de Living Colour, leí este cuento, que escribí hace como dos años y que es tirando a malo pero que daba para lo oral (va en un nuevo post).
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